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75 años del Real Zaragoza

PASAPORTE A EUROPA. GOLES E INCERTIDUMBRE

PASAPORTE A EUROPA. GOLES E  INCERTIDUMBRE

Zaragoza, sobre las 21.45, apareció envuelta en un  diluvio universal un tanto doméstica. Tras dar muchas vueltas, logré aparcar en la calle Fueros de Aragón. Llamé a Daniel a ver si tenía un paraguas. Me dijo que sí. Eran las 21.50 o más ya cuando me dio un paraguas un tanto vergonzante. A los paraguas se les rompe una varilla y se vuelven patéticos. El Zaragoza ya estaba a punto de empezar a mover la pelota. Ya eran las 21.55 horas. Pepe Melero, como un ángel de socorro, me llamó: “Pero, calamidad del mundo, ¿dónde estás? Qué desastre eres”. Dije, cuando casi había decidido lo contrario, volver a casa, a Garrapinillos: “Allá voy”. Y crucé San Antonio María Claret, la calle Cerbuna, el pasaje de los cine Renoir, a todo correr con mi desastroso paraguas.

La escena debía ser bastante surrealista: un tipo de traje marrón a rayas, a lo Giuliano Gemma, bastante menos elegante y apuesto, todo hay que decirlo, participaba en una ilusoria película bajo la lluvia de “Maratón man”. A las 22.10, antes de que el Real Zaragoza marcase, llegué al estadio. El campo parecía un escenario de sueños, un espejismo verde y luminoso azotado por los relámpagos y por una galaica lluvia. Eduardo Bandrés miraba al equipo y a sí mismo en el televisor. Pronto distinguí a los míos, allá abajo. Cuando marcó el primer gol Milito, lo canté un par de segundos antes. Darcy Silveira Canario apostilló con su idioma  híbrido: “Vaya disparo le ha salido. Es el disparo de su vida”. El partido se puso precioso de inmediato: el Real Zaragoza jugaba en bloque, al compás de Diogo y D’Alessandro, al ritmo de los gladiadores Movilla y Zapater, que preparaban las galopadas de Milito y Sergio García. El “cabezón” aragentino ensayó un taconazo impresionante; si hubiese sido gol, La Romareda se habría venido abajo. A mí me gusta ese tipo ciclotímico: posee una excelente zurda, y ayer cuajó un buen partido. Cada vez  pasa mejor a la primera, combina bien con Diogo y quiere siempre el balón. Milito pasa bien al lateral uruguayo, que llega desde lejos y cruza uno de esos disparos mágicos que sueña un defensa de recorrido. Era el segundo tanto. La Romareda, intoxicada de embeleso, se puso a cantar.

          Sergio Fernández falló en un despeje, se confió y abusó de su lentitud, Aduriz fue más pillo y más veloz, y facilitó que el Bilbao redujese distancias. Cuando volvía el miedo a La Romareda, Sergio García enganchó un disparo cruzado y lo instaló en la escuadra con un impresionante impacto. Los tres primeros goles del Real Zaragoza fueron espléndidos: nacían del juego de conjunto, de la entrega, de una fluidez entre mecánica e imaginativa que da gloria verla. El cielo seguía erizándose de rayos y de truenos. Tenía algo de cuadro de Patinir. El cuarto tanto nació del achuchón: dio la sensación de que Sergio  Fernández se resarcía de su error, aunque en realidad quien cabeceó fue Murillo.        

En el descanso, conversé con Arnaldo Félix, el presidente de la Asociación de Peñas del Zaragoza. Me recordó la fiesta de peñas del 23 y 24 de junio, me recordó que está pasando por un periodo de convalecencia –ha sufrido una misteriosa anemia, de la que se está recuperando- y de estrés, y estaba muy feliz con la gran noche del diluvio. Pepe Melero, el flamante consejero, el hombre que mejor rejuvenece de Aragón en el último siglo, apareció por allí. Hacía casi dos meses que no nos veíamos. Estaba radiante: el partido era espectacular, los goles habían sido de una extraordinaria belleza y se aseguraba la UEFA.
        

En la segunda parte, Diegol Milito y Sergio García marraron varias ocasiones claras, y un penalti que el Bilbao era un equipo de Primera División. Aún hubo un tercer tanto visitante, el tercero de Aduriz en su gran noche inútil, tan lejos de casa. La Romareda se convirtió en una olla a presión de pánico y de incredulidad. Algunos cerraban los ojos; otros abandonaron el palco cinco minutos antes. Dani e Iríbar se lamentaban, empujaban. Dani no se quitó los cascos en toda la noche. Iríbar sigue siendo un chopo con la cabellera cana. El cielo se estremecía de fuegos homicidas. El cuarto árbitro anunció que quedaban cinco minutos. Impresionante. Se multiplicó la espiral de pesimismo.
 Al final, el Real Zaragoza venció y se aseguró, prácticamente, la UEFA. Víctor Fernández deja temblando algunas incertidumbres en el aire: ¿Por qué no ha jugado más en este  bloque Ewerthon? ¿Por qué no ha sido el jugador número doce? ¿Por qué no ha dispuesto de más minutos y responsabilidad Longás? Anoche, con poco tiempo, hizo cosas espléndidas. El presidente, Agapito Iglesias y sus consejeros fueron a felicitar a los suyos. Pese al susto, había sido una noche épica con un final feliz.  

*Esta foto de la victoria la publica hoy "Heraldo" y corresponde a esa magnífica profesional que es María Torres-Solanot.

1 comentario

Curro -

Yo no pude aguantar más de 25 minutos bajo la lluvia (éramos 4 con sólo 1 paraguas) así que terminé de ver el partido en casa.

Enhorabuena por este blog y gracias por habernos puesto un enlace.

Hasta pronto