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75 años del Real Zaragoza

RUBÉN SOSA; EVOCACIÓN CON GOLES

RUBÉN SOSA; EVOCACIÓN CON GOLES

JUVENTUD Y ESPLENDOR DE UN PRÍNCIPE 

El Real Zaragoza afrontaba en la campaña 1985/1986 un importante número de bajas: el centrocampista Juan Alberto Barbas fue traspasado al Lecce, Jorge Valdano partía al Real Madrid y Surjak, el exquisito extremo e interior de la selección yugoslava, regresaba a casa. Ángel Aznar asumía la presidencia con un entrenador cercano, curtido en mil experiencias futbolísticas: Luis Costa. Los directivos habían lanzado una vasta ojeada hacia los campos de Europa y de Latinoamérica, y se habían quedado sojuzgados por un muchachito de 19 años del Danubio de Montevideo. Era un zurdo nato, más bajo que alto, con determinación y potencia, y una rapidez de gamo saltador y veloz. Además, poseía una zurda de impacto: una zurda sin educar, de trallazo seco, de fogonazo súbito. Él fue la gran apuesta del club, junto a otros jugadores nacionales como Pardeza y Paco Pineda. Ambos formarían con el futbolista charrúa --conocido como "el poeta del gol" y "el principito"-- una delantera que iba a sorprender y a maravillar muchas tardes.         

El equipo avanzaba a trancas y barrancas, y miraba hacia lo alto de la tabla. Rubén Sosa exhibía sus credenciales a cuentagotas: ni en La Romareda ni fuera acababa de encontrarse con el gol y más que un gran jugador, parecía una promesa asustada, sin pulimentar. Tenía ráfagas de clase, sembraba a su paso destellos de peligro. Poseía del don del zambombazo, un regate aseado y veloz y capacidad para irrumpir por sorpresa, pero se revelaba un tanto tímido, como si estuviese desconcertado. En noviembre marcó su primer gol, que significaba el número mil del club. Ese fue un agasajo del destino. Sosa mejoró y acrecentó sus prestaciones. El equipo acabó cuarto al final y consumó una importante gesta: eliminó al Real Madrid en semifinales ("el poeta del gol" estuvo espléndido en La Romareda: goleó por partida doble a los merengues) y se enfrentó a un grandioso Barcelona en la final, a un Barcelona aciago dirigido por Bernd Schuster. Sosa lanzó un disparo seco y raso desde lejos, tocó el ex zaragocista Pichi Alonso y Urruticoechea fue incapaz de detener el nuevo curso del balón. Aquel gol fue suficiente: el Barcelona se desgañitó, pero los aragoneses vencieron y celebraron el título como solían hacerlo años atrás: en la plaza del Pilar. Era casi un milagro: un equipo modesto había sorprendido a los grandes y recuperado el trono de "Los Magníficos".
        
En la segunda temporada, 1986/1987, Pardeza volvió a Chamartín a disputarse un puesto con Valdano. Ángel Aznar, en medio del estupor colectivo y del entusiasmo del éxito, anunció su retirada. Le sustituyó Miguel Beltrán, que no iba a tener lo que se dice un mandato apacible. El equipo fue cediendo en todos los terrenos, aunque realizó una excelente campaña en la Recopa: eliminó  tras un partido legendario a la Roma de Boniek (el fabuloso jugador polaco que había maravillado con la selección y con la Juventus, junto a Platini), tumbó al Wrexham y cayó con dignidad ante el futuro ganador de la competición: el Ajax de Cruyff (entrenador), Van Basten o Frank Rijkaard. Sosa nunca se halló cómodo en el conjunto, marcó sólo cuatro tantos y sus goles se necesitaban, se exigían, se imploraban en el estadio. El equipo padecía convulsiones interiores ("Pato" Yáñez y Pepe Mejías no habían aportado lo que se esperaba de ellos), vivía en el letargo, en zona de nadie.
        

La última campaña de Rubén Sosa resultó la mejor. Jugó 36 partidos en la Liga y marcó 18 goles, y participó en once encuentros con la perla negra Frank Rijkaard. Fue el segundo máximo goleador del campeonato, aunque muy lejos de Hugo Sánchez. Ahí recobró de golpe su pegada y lució con toda brillantez: era el ídolo absoluto de La Romareda. Los aficionados coreaban su nombre, se deshacían en cánticos en su honor: cada tarde marcaba su gol; Señor le lanzaba o el mismo Pardeza, y de golpe allí aparecía "el principito", con una filigrana, un golpe de cadera, un impacto seco y exacto, un gambeteo, un cabezazo en plancha, y adentro: Gol. Gol. Gol. Fue determinante en muchos sentidos: como goleador inapelable, como futbolista completo en los aledaños del área e incluso en la trastienda del club: apoyó el cese de Luis Costa y su recambio por Manolo Villanova. Asumió que en aquel polvorín de desencuentros y enfrentamientos, que reproducían el clima de desasosiego de la Liga anterior, acabaría marchándose. El Real Zaragoza, que soñaba con los búlgaros Sirakov e Iskrenov, lo traspasó al Lazio por 192 millones de pesetas. Si no lo hacía entonces --y además la directiva no estaba dispuesta a aceptar sus peticiones de 50 millones de pesetas de sueldo anual--, el jugador acabaría obteniendo la carta de libertad más o menos gratis. Rubén Sosa empezó su gran ciclo futbolístico en el Real Zaragoza: aquí sólo vimos su nacimiento, atisbamos su futuro esplendor, olimos su indudable clase, su explosividad imparable, su regate atropellado pero vertiginoso, con veneno y sentido.
        

Su trayectoria posterior no engaña a nadie. Jugó en el Lazio, en el Inter y en el Logroñés, entre otros equipos. Fue una de las figuras de la selección uruguaya que ganó la Copa de América con Enzo Francescoli y Rubén Paz, entre otros, y fue galardonado en su país y en el continente. Era el delantero decidido, batallador, el misil que huye por sorpresa y golea con facilidad, el ariete o exterior más refinado de lo que pudiera parecer que empezó a escribir las páginas iniciales de su grandeza en La Romareda, teatro de la fantasía, semilla del sueño y de la gloria en algunas tardes imborrables.
 

*Rubén Sosa forma  con el equipo que ganóla Copa del Rey en 1986.

3 comentarios

diego -

el megor jugador de nacional soy un idolo de el nacinal es el megor cuadro drl mundo manya no esisri boloso por sienpre en la venas en la malas soy de florida

Pedro Picapiedra -

eso demuestra lo poco que sabes de futbol........

JESUS -

Dios mío, que calor, y para que luego digan, … los números no dejan lugar a dudas, las “entradas” de poesía, suscitan más comentarios, que las de fútbol, aunque solo sea por las fotos de desnudos.

Ruben Sosa no le marcaba ni un gol al arco iris, y sin embargo, partido tras partido, ocupaba un puesto en la alineación, la suerte se alió con el, todo lo vino de cara, goles importantes, minutos, y finalmente se destapo, o aprendió a jugar, que lo suyo le costo,… creo recordar que cobraba medio kilo por cada gol, aunque no me importe, o no era este jugador, y por ende, remataba todo. En fin, que el roce hace el cariño, y al final aprendimos a quererlo. Y en esas que …

Se creció, y con viento fresco se fue a Italia, … con posterioridad cuando lo veía en algún resumen televisivo “triunfando” no daba crédito, no me lo podía creer