REBAJAS DE AGOSTO. Por Alfonso Hernández
[No pude ver ayer el partido del Real Zaragoza. Lo seguí atentamente por la radio, pero no puedo hacer la crónica. Visito algunas páginas y me gusta mucho esta nota ponderada de ese gran cronista que es Alfonso Hernández, jefe de deportes de “El Periódico de Aragón”. He visitado los comentarios y compruebo que ya se extiende el pesimismo.]
MURCIA 2 – REAL ZARAGOZA 1
CRÓNICA DEL REAL ZARAGOZA DE “EL PERIÓDICO DE ARAGÓN”
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Por ALFONSO HERNÁNDEZ
El fútbol de agosto tiende a recostarse en la galbana propia de un mes vacacional. Pese a que la primera jornada de todo campeonato invita a la euforia de lo novedoso y enciende las ilusiones de la hinchada, el juego tiene mucho de chiringuito y tinto de verano porque los protagonistas están desajustados física y tácticamente, sobre todo un Real Zaragoza que aún tiene a la mayoría de sus genios engrasándose en el laboratorio, espesos, muy lejos de sus verdaderas prestaciones. Lo acusó escandalosamente en el estreno de la temporada en la Nueva Condomina, donde un Murcia animoso y sostenido por el hacha templada y agresiva de un omnipresente Pablo García le puso contra las cuerdas y lo tumbó con dos soplidos.
La realidad es que el Real Zaragoza tiró la toalla con errores defensivos impropios de un conjunto al que se le supone con aspiraciones. Hay luz en este equipo, pero mientras no se dé de alta caminará a oscuras por la competición, como ocurrió anoche durante gran parte de un encuentro en el que faltó velocidad en las piernas y la mínima agilidad mental. Horizontal y previsible por la escasa participación de Aimar y Matuzalem y la nula profundidad por los costados, un mal enquistado en la naturaleza de la plantilla, se fue descosiendo él mismo, desabrochándose en todas las líneas hasta ofrecerle al Murcia, más fresco y con más músculo, los códigos y la llave de la victoria.
UN DESTELLO MUY AISLADO Un maravilloso gol de Ricardo Oliveira que supuso el empate trasladó el partido a la igualdad después de que el conjunto de Lucas Alcaraz se hubiera adelantado. El espejismo fue precioso, aunque aislado, un tesoro que no encubrió la terrible realidad del Real Zaragoza, desnudo en defensa, sin abrigo por el centro, un lugar por el que anduvo la sombra de Ayala. El argentino lleva dos marchas menos que el resto de sus compañeros, y para un puesto de elevada responsabilidad ese insuficiencia física es letal por mucha experiencia que se acredite en el carnet. En el primer gol de Murcia, un pelotazo de Pablo García que buscó el lío de los altos en el área, Ayala y Sergio Fernández se ausentaron, provocando un aclarado que aprovechó Mejía para marcar con la coronilla. Un fallo imperdonable, colegial.
Oliveira se inventó una obra de arte para reanimar a un Zaragoza de trote cansino, plomizo, con los cuatro centrocampistas desenchufados en la llegada y en el repliegue. Resultó que le pelota le cayó en los pies de espaldas a la portería, y el brasileño se orientó con ella de cara a Notario. Había tres defensas ante el punta, pero los hipnotizó en la media luna para golpear después con un giro de tobillo que dibujó un arco imposible para Notario y para cualquiera. El delantero se reivindicó como una de las armas más poderosas del Real Zaragoza en el único detalle del encuentro que merece ser recordado. El resto fue un progresivo descenso a los infiernos, consentido por un equipo verde, tierno, sin alegría ni recursos. Hay luz, sí, pero más vale que los jugadores se pongan las pilas cuanto antes para evitar al menos imágenes tan pobres como la ofrecida ayer.
El Murcia se dejó llevar. Vieron que su adversario no podía y esperaron su oportunidad, que se presentó en un error de Zapater al borde del área: no despejó el balón como merecía la jugada y la situación de riesgo y se resbaló para que entre Pablo García y Baiano aprovecharan semejante regalo. El canterano, hombre proclive al análisis personal hasta la extenuación, dará vueltas a ese error una buena temporada. El Real Zaragoza también. Después vino el típico tiempo para el manicomio, un abismo que se tragó a Matuzalem por entrar a destiempo a Regueiro. Con diez, Diego y Oliveira en ataque y un desequilibrio brutal en el sistema, lo mejor fue el resultado.